miércoles, 17 de enero de 2018

Un compromiso, un camino

La escalera iniciática por la que caminamos, empieza en aquel oscuro cuarto de reflexiones, donde un esbozo de iluminación se convierte en el aliciente del neófito que busca renacer entre las tinieblas y dar un primer paso en el ascenso en búsqueda de la verdad.

No obstante, y aunque durante toda la ceremonia se anima al nuevo masón a continuar, perseverar y lograr vencer el miedo y la desconfianza, se le hace firmar un compromiso lleno de palabras con sentido literal, pero también simbólico.
Aquel día y luego de firmar y jurar, nos llaman hermanos y nos informan de nuestros deberes, en medio de las instrucciones de un experto y la mirada de los maestros.

¿Acaso aquel día estábamos preparados para aceptar esos compromisos?, Con la mirada atenta de tantas personas y esa fraternal recepción ¿No nos sentimos presionados o coaccionados a responder positivamente a todas aquellas premisas?
En la iniciación se hace una alegoría a la diversidad dentro de la masonería, desde el espíritu de libertad, igualdad y fraternidad. Se plantea un nivel superior de conciencia colectiva en torno a unos valores y un nivel de conciencia media que se orienta a ser referencia del comportamiento cotidiano.

Nos convertimos pues en masones en un proceso de iniciación y fraternidad, acudiendo a unos valores comunes que son la perfectibilidad del ser humano, la perfectibilidad, a su vez, de las sociedades humanas y el sentido de grupo cohesionado. En consecuencia, se es masón siempre, como parte de ser uno mismo.
No se puede ser masón a ratos.

La Buenaventura
Caravaggio
Museo de Louvre, Paris

El compromiso masónico comienza con la Iniciación, desarrollando a partir de ahí valores como la discreción, el amor fraternal y el respeto a las normas masónicas. Además, el compromiso implica la fidelidad a uno mismo y se materializa en la prudencia de decir solo lo que el corazón aprueba y callar lo que es dudoso. A su vez, el deseo de perfección guía los actos y se traduce en compromisos como la realización de los trabajos, la contribución a los temas de reflexión y otras responsabilidades. Todo esto no condiciona que el masón pertenezca, a su vez, a un partido, a una religión o a un sindicato, ya que la masonería es suficientemente amplia como para acoger la mayoría de las ideas, dentro unos valores humanos elementales. En suma, en la masonería se combina la búsqueda interior con la acción concreta exterior, en un recorrido progresivo individual y grupal.

Por tanto, si siempre se es masón, el proceso va cambiando de dinámica y de matices cada vez que se avanza en la escalera filosófica, de modo que los compromisos que se adquieren durante el camino, ya no son influidos por la presión del primer juramento, sino que son el producto de la reflexión y de la conciencia en el trabajo bien hecho, de la buena ejecución del cincel y el martillo sobre la piedra bruta, haciendo un trabajo simbólico en el primer grado con la esperanza de un salario merecido.

Una plomada pende de un punto fijo y de manera recta e inmutable señala hacia el interior de la tierra, donde un compromiso retumba en la palabra VITRIOL “Visita interiola terra rectificando invenies occultum lapidem” la cual, al traducirla literalmente dice “Visita el interior de la tierra y rectificando encontrarás la piedra oculta”; un primer deber que nos recuerda que lo primero que deberíamos buscar en medio de la confusión, es un ideal que guie nuestros actos y nuestros viajes simbólicos.

La discreción es un primer compromiso dentro del ámbito de lo personal. Se trata de una discreción similar a la de una relación afectiva profunda. En nuestro caso, procede de la amistad sincera que se comparte en nuestras relaciones y reuniones, como parte de lo que significa pertenecer a un grupo.

En el apartado del masón como un ser en búsqueda nos encontramos con una reflexión que apunta a ese silencio interior que nos ayuda a buscar explicaciones o incluso soluciones a nuestras inquietudes. Con frecuencia, lo importante no son las respuestas, sino las preguntas. Una buena pregunta interior ya está a la altura de la respuesta que más adelante habremos de encontrar. En la vida masónica, este recorrido místico, este viaje interior, se hace necesario desde el ritual de iniciación.

La noche estrellada
Vincent Van Gogh
Museo de arte moderno de New York
En la valoración del profano vemos como destacan los conceptos de integridad y libertad. La integridad aparece como la cualidad de ser uno mismo, no comprometido con falsedades ni intenciones ocultas. La libertad es la consecuencia lógica de la integridad, puesto que el ser íntegro se encuentra libre para elegir, según criterios de honestidad intelectual.

El entusiasmo es una cualidad descrita como la superación y las ganas de luchar por un mundo más justo. Es la energía de la acción. Y aquello que nos permite no resignarnos ante las diferentes formas de opresión contra el ser humano en el mundo. Este entusiasmo no solo es conveniente, sino necesario en la construcción masónica de la personalidad. No vale ser solo contemplativo, hay que actuar, como no se es deportista viendo deportes en la televisión, sino practicándolos.

Nuestro compromiso es practicar la masonería con la libertad de poder elegir como recorrer el camino, reconociendo que aunque somos diferentes, la masonería nos hace iguales como seres humanos y como miembros de un grupo, que cohesionado se vuelve fuerte y útil a la sociedad.

Es mi palabra

GGC

M:.M:.

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